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Federación Nacional de Rodeo Y Clubes de Huasos de Chile

Chiloé: la isla del dinero ahumado

Chiloé: la isla del dinero ahumado

Dentro de la sociedad chilota, y fundamentado en la inclinación colectiva hacia el trueque, la permuta o el cambalache, debido a la escasez de monedas circulante, los jamones ahumados de Chiloé ocuparon un lugar de privilegio, formaban parte de los bienes selectos. Las piernas curadas no integraban el grupo de alimentos cotidianos de los isleños: tenían un estatus superior y se reservaban para circunstancias especiales. En este campo, los perniles se utilizaron como ofrenda para las parroquias y para asegurar la manutención de los curatos de Castro, Calbuco y Chacao.

Igualmente, funcionaba como moneda, en el sentido de unidad de medida, reserva de valor y medio de intercambio. Además, era un símbolo de prosperidad y riqueza equivalente a una joya o a un tesoro. Así se refleja, por ejemplo, en el testamento de Juliana Navarro. Tras el fallecimiento de su marido (1839), ella quedó viuda y a cargo de dos hijos; trabajó durante veinte años para criarlos y sostener su vida. Al final de sus días, enumeraba con orgullo los bienes que había logrado reunir con su trabajo: entre ellos, había cuatro ovejas, nueve gallinas, un bracero de cobre y dieciséis jamones. Sus hijos también la habían abandonado: uno vivía en California y el otro en Perú. El jamón de Chiloé era la última reserva de esta mujer para afrontar los días de su vejez en las gélidas tierras australes.

Asimismo, las deudas podían pagarse con ancas de marrano ahumadas. Este fue el sistema que se acordó para saldar cuentas entre Juan Antonio de Oyarzo, vecino de Lemuy, y un comerciante de Ancud. Éste le había entregado bienes de su tienda por valor de $269,50 que permanecían impagos aún después del vencimiento del plazo. Para resolver el conflicto se estableció un nuevo acuerdo en el cual la deuda se pagaría con dinero, jamones y otros bienes; como garantía se hipotecaba una propiedad inmueble.

En casos de emergencia, el pernil curado era el producto utilizado para resolver los más graves problemas y amenazas de la sociedad. Así se demostró en 1719, cuando los jamones de Chiloé permitieron calmar las amenazas de los piratas y salvaron la ciudad de Chacao de la destrucción. Ese año recaló en este puerto el corsario inglés George Shelvocke, capitaneando la Speedwell, la misma nave con la que un año más tarde asaltaría y saquearía los barcos y fuertes españoles de las costas del Pacífico Sur. Igual que había ocurrido en 1680 entre el pirata británico Bartolomé Sharp y el gobierno de La Serena, el invasor exigió un rescate. Luego de un intercambio de notas con el gobernador del Chacao, éste logró salvar la ciudad a cambio de un pago en especie. Finalmente, Shelvocke se hizo de un botín de doce piernas de jamón, y Chacao se salvó de ser quemada como La Serena 39 años antes.

El asalto del pirata británico representa la primera evidencia del reconocimiento internacional que obtuvieron los jamones de Chiloé. A su vez, refleja el elevado valor simbólico que había alcanzado este producto típico: era como el bien emblemático de la isla y el único medio adecuado para salvaguardarla.

 

Parte 3

Marcela Medina Adán
FENARO
Estudio realizado por Fernando Mujica, Michelle Lacoste Adunka, Pablo Lacoste,
Amalia Castro, Juan Guillermo Muñoz, Felipe Martínez.