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La Primera Vendimia en Chile fue en 1551 en Copiapó

La Primera Vendimia en Chile fue en 1551 en Copiapó

En 1551, diez años después de la fundación de Santiago, don Pedro de Valdivia en su carta al rey de España le informaba que en su ciudad del Nuevo Extremo los vecinos disfrutaban de excelentes uvas de sus propios parrales, pero fue cinco años más tarde, en 1556, cuando los santiaguinos bebieron complacidos las primeras copas de vino chileno.

El primer vinicultor de Chile fue Francisco de Aguirre. Este conquistador, que por cierto se hizo conocido por su crueldad, se dedicó con cariño al cultivo de vid en su finca de Copiapó, en el norte de Chile, logrando la primera vendimia en el año 1551. Sin embargo en la historiografía se le atribuye este éxito a Rodrigo de Araya, quien simultáneamente cultivaba vides en al valle central chileno, en las cercanías de Santiago. Así se encuentra registrado en el Archivo de Indias, en Sevilla, la principal colección de documentos de las colonias españolas.

Según Patricio Larraín Gandarillas, ese vino provení­a de la primera vendimia que se hizo en el reino, en la hacienda de don Francisco de Aguirre, compañero de Valdivia, poseí­a en Copiapó de la Selva. Este esforzado conquistador, que tuvo la gloria de refundar La Serena, tiene también el no menos valedero galardón de haber sido el primer viñatero o vitivinicultor de la más alejada de las colonias de don Carlos V, en cuyos dominios no se poní­a el sol.

La primera vendimia en las tierras de don Francisco no fue la vendimia de chamantos multicolores de nuestros dí­as. Esa vendimia se hizo con coraza y espada al cinto, porque los españoles para labrar la tierra tení­an que trabajar con un ojo puesto en el surco y con el otro en el boscaje próximo de donde podí­a surgir la muerte inesperada en la punta de una flecha.

Una alegre mañana Copiapina, muy temprano, los indios de don Francisco iniciaron la recolección de los racimos a lo largo de la vifia, en grandes canastos de mimbre y en los hombros sudorosos y desnudos llevaron su fragante carga hasta el lagar y la zaranda que habí­a improvisado el primer viñatero.

Con un cacique amigo logró hacerse de cuatro o cinco pilas de piedra, piezas ahuecadas por los antiguos incas para sus acarreos mineros. Con palos cortados a machete, o mejor dicho varillas de coligüe, se fabricaron unas zarandas que fueron las bisabuelas de las zarandas que se usaron hasta el siglo pasado.

Las zarandas de coligüe fueron auxiliares de los pies de los indí­genas que bailaban jugosas zarabandas, triturando los maduros racimos en las pilas de piedras que desempeñaban a las mil maravillas el papel de cubas.

En esa fiesta de refriega, entre el perfume de la uva y el zumbido de los insectos de la región se paseaba don Francisco de Aguirre, frotándose las manos y observando con semblante paternal y risueño la alegre faena de su gente.

-¡ La sorpresa que les voy a dar a todos esos del Nuevo Extremo! …

– ¡ Por Dios vino, Juan José, que mi vinillo va a gustar a mis paisanos…! ¿No te parece negro?

-Así­ no más va a ser, vuesa mercé- respondió el llamado Juan José, mayordomo de confianza del capitán.

Don Francisco de Aguirre y su segundo, Juan José, como médicos parteros o comadronas, asistieron al nacimiento del vino chileno en todas sus fases. Premunidos de sendos y grandes mates amarillos se acercaban reverencialmente a las tinajas de greda en las cuales se depositó el zumo de la uva y bebieron un refrescante jugo el primer dí­a, luego el jugo empezó a hervir y los flamantes catadores gustaron una dulce lagrimilla.

Marcela Medina Adán
FENARO
Fuente WikicharliE